Empresario, deportista, músico, criador de perros de raza, hombre de familia, Hugo Marcantonio es polifacético. Pero con 73 años dice que le quedan muchas cosas por hacer y aunque reconoce que la situación en la provincia es mala, prefiere ver el futuro con optimismo. Marcantonio estuvo en “La otra pregunta” y este fue el diálogo:
- ¿Quién es Hugo Marcantonio?
- Ser abuelo, ser padre es una de las facetas más lindas de mi vida. Todo lo que nombrás tiene implícita una gran dosis de pasión, que yo le pongo a todo, desde criar Dobermans, desde el mountain bike, desde cantar, que lo hago desde los 16 años, que tengo bandas y que paradójicamente cantamos inaugurando Canal 10, hasta estar al frente de mi empresa. Siempre trato de dar lo mejor. Indudablemente la pasión es la que te empuja a hacer las cosas, más y mejor.
- ¿Y cómo empezó la pasión por la música?
- Comenzó con mi gran amigo Ricardo Torres Correa, que ya no está. Era mi compañero de banco en la escuela de Comercio. Primer año. Él me dice “Hugo, tenemos que empezar a fumar, porque las chicas, si no, no nos van a mirar”. Debíamos haber tenido 12 años, en el 60 o el 61. Compramos nuestro primer paquete, Fitz Roy mentolado. Empecé y me ahogaba. Llego a mi casa, íbamos al colegio con saco y me pongo el paquete en el bolsillo de la solapa. Me siento a almorzar con mi familia y mi papá me pregunta “¿qué tenés ahí?”. - “Mi primer paquete de ciga…” Y no pude terminar la frase. Pum. Y me empezó a dar vueltas la cabeza. Vuelvo al otro día y le digo a mi amigo: “mirá, yo no voy a fumar más”. “¿Por qué?” “Porque mi papá me pegó un chirlo”. “¿Pero cómo vas a ser tan maricón? ¿Cómo vas a hacer con las chicas? Ah, ya sé, te doy la solución. Aprendé a tocar la guitarra”. La semana siguiente comencé mis clases con el famoso Nabor Córdoba, un gran profesor de guitarra muy famoso que vivía a la vuelta de mi casa. Yo soy de la 24 de Septiembre al 100, un pibe del Bajo. Y eso rindió sus frutos. No fumé nunca, lo que me dio siempre un plus en el deporte. Indudablemente se respira mejor, no tenés todos los daños que te puede causar el cigarrillo y tuve una vida limpia. Y comencé a tocar la guitarra, comencé a cantar y armé mi primera banda a los 16 años.
-¿Cuál era la banda que usted admiraba, y cómo llegaba a sus discos a mediados de los 60?
- Los primeros que me impactaron fueron los Beatles; comprando discos porque nosotros hacíamos muchos temas de los Beatles cuando cantábamos en vivo, no teníamos temas propios. Entonces nos gustaba un tema y con mi banda, Los Bang, lo hacíamos. Eran tremendos. Íbamos a Yaraví a hacer cola para comprar un disco. Y los discos eran de 33’. Después había que sacar la letra con nuestro inglés, que era muy pobre. Lo escuchábamos en un Winco chiquito que mi papá me había regalado, pero Los Bang introdujeron un tecladista, Luis Horacio Iriondo, que ya no está. Su papá era un empresario muy fuerte y él tenía en su casa un Grundig enorme que sonaba una maravilla. Tratábamos de sacar los compases, sacando las notas, reproduciendo las letras…
- ¿Y cómo era presentarse en vivo?
- Es lo más apasionante que hay. Ese feedback que uno tiene con la gente que está mirándote es algo tremendo, no se puede comparar con nada. Se hacían las semanas de los colegios, y siempre estábamos con Los Bang. Éramos los que más cobrábamos, con Humberto Rava, con Peter Würschmidt, un gran guitarrista. Hacíamos conciertos en los teatros. Algunos colegas tuyos armaron lo que se llamó el Beat Club Tucumán. Carlos Cufré, Hugo Solarz estaban en radio Nacional; tocábamos junto a Almendra, a Manal, a Vox Dei, mirá las bandas que te nombro. Más de una vez toqué con la guitarra de Spinetta. Mis compañeros me querían matar ya que sonaba mucho más fuerte. Cuando nos separamos Los Bang armamos una gran banda que se llamaba Flux, que sonaba impresionante. Allí estaba Anita Frías, que componía conmigo y con Luis Albornoz. Su padre era el dueño de LW 3. Y teníamos contactos con LV12. Teníamos canales de comunicación. En el 69 o 70 tocamos en el Buenos Aires Rock, un evento con 20.000 personas. Era una copia de Woodstock, que hizo el dueño de la revista Pelo, Osvaldo Daniel Ripoll. Éramos la única banda del interior del país invitada. Firmamos un contrato con Odeon y a los 60 días estábamos grabando un 33’. Dos temas.
- ¿Cómo era la movida musical de la época?
- Había muchas bandas muy importantes en Tucumán además de nosotros. Estaban los amigos de Los Sabuesos, Los Fantasmas, con quienes compartíamos. Eran las tres principales bandas. Gente de Los Fantasmas terminó tocando con nosotros, como Juan Escalante. Con Flux estuvo Luis Albornoz. Siempre mantuvimos una amistad y un respeto. Me escribo con Dany Ketter, cantante de Los Sabuesos, que vive en Tel Aviv. Pero la noche era totalmente distinta a lo que vemos ahora. Se hacían conciertos en el Teatro Alberdi lleno. Fuimos a grabar a Buenos Aires. Los fines de semana tocábamos en las fiestas de los colegios. Las noches eran tranquilas, la gente se divertía sanamente, nos querían mucho. Siempre tuvimos el apoyo total de LA GACETA, que nos hacía muchas notas. Nos hizo la cobertura de nuestra actuación en el Buenos Aires Rock; eran hojas enteras. Lo que hacíamos apasionaba a la gente y les gustaba mucho a los tucumanos.
- Y entonces, con 73 años, ¿qué representa la música para usted?
- Es una parte importante de mi vida. Es algo que me apasiona y me encanta. Tengo la suerte de poder hacerlo bien. Por decirte, ahora cuando empezó la pandemia, al no poder juntarme con los amigos músicos, hago covers. Saco de YouTube algo y después los chicos que me manejan las redes lo suben. Canto desde canciones de Los Iracundos hasta Los Ángeles Azules. Hoy mi música se encuentra en muchísimas plataformas, no sólo de Argentina. Me alegra mucho que un tema mío como “Vení a mi jardín”, que es mi invitación al mundo para que se conozca Tucumán, lo estoy difundiendo en todo el mundo. Yo siempre soñé con la industria sin humo en Tucumán. Soy Contador Público Nacional. Y hablé siempre de las posibilidades económicas en Tucumán con el turismo, al cual nunca le dieron mucha importancia. La naturaleza nos regaló lugares maravillosos en Tucumán y hay que aprovecharlos.
-¿Cómo le llegó la pasión por los perros Doberman?
- Por Ricardo Martínez Pastur, mi maestro de la vida. Me enseñó un montón de cosas, entre ellas el amor por los Doberman. Viajé a todos lados. Tuve muchos campeones argentinos.
- ¿Qué le dejó su papá?
- Me inculcó el amor por el deporte y por el trabajo. Me decía como hacer las cosas. Siempre fue muy importante para mí.
- ¿Y el amor por la bicicleta?
- Nosotros vivíamos al lado de una de las bicicleterías más grandes de Tucumán. Y desde chiquito iba a ahí a molestar. Agarraba una bicicleta y andaba todo el tiempo. Y después nunca más me bajé. Después nació uno de mis apodos, “El Eternauta”. La bicicleta es una gran compañera, me ayuda mucho física y mentalmente. Hoy, en pandemia, la bicicleta es mi psiquiatra. Toda mi vida desde que tengo 10 años, la siesta está dedicada al deporte. Entre ellas la bicicleta.
- Está casado y tiene tres hijas. ¿Qué representan ellas para usted?
- Con mi esposa, son el sostén de mi vida. Mis hijas me acompañan siempre, les gusta el deporte a todas. Y me dieron ocho nietos. Disfruto plenamente de mis nietos, tal vez con más tiempo del que les di a mis hijas.
- ¿Cómo está viendo la situación en Tucumán desde que comenzó la pandemia?
- Básicamente soy optimista. Pero no es solo la pandemia lo que nos afecta. La economía en Argentina viene desmoronándose hace cuatro años más o menos. Alguien tiene que hacer algo. Yo tengo 70 familias que trabajan conmigo. Y las cosas realmente están muy feas. No sólo que la gente no tiene dinero para comprar, tiene miedo de moverse… Las grandes fábricas están con problemas. No pueden importar, no tienen productos para el mercado. No hay entregas de las fábricas. Las empresas fueron sacando mucha gente. La pasamos feo, pero estamos dando mucha importancia al E-commerce. Hubo que reinventarse. Siempre estuvimos lejos del comercio electrónico, pero la pandemia aceleró los tiempos. Creo que todo esto debe cambiar. En el mundo hay una pandemia económica, pero nosotros tenemos problemas muy graves. Hay gente que no tiene para comer. Yo hice un tema que se llama “Salvemos el planeta” en el que hablo de involucrarse. En esto nos tenemos que involucrar. Tenemos que estar juntos. Debemos ayudarnos. Tenemos que ser más compañeros. Hay que brindar oportunidades a los argentinos para producir.
- A lo largo de su vida, con un negocio que tiene 106 años, vivió momentos buenos y malos con la economía argentina. ¿Cómo ve este momento?
- Este es el peor momento, lo máximo que nos pasó. La pandemia destruyó la economía de todos. Creo que nosotros los empresarios ponemos el lomo desde hace muchos años y nos podrían escuchar un poco más. Todos queremos que a la provincia le vaya mejor. Una vez que pase la pandemia hay que comenzar a pensar de otro modo para poder armar una nueva economía. Veo muchos chicos que se van, y no me gusta ese éxodo. Ellos deben manejar nuestro futuro. Pero creo que Tucumán volverá a ser lo que siempre soñé. Con optimismo.